“Pues tuve hambre, y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y me dieron ropa. Estuve enfermo, y me cuidaron. Estuve en prisión, y me visi- taron”. »Entonces esas personas justas responderán: “Señor, ¿en qué momento te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos algo de beber, o te vimos como extranjero y te brindamos hospitalidad, o te vimos desnudo y te dimos ropa, o te vimos enfermo o en prisión, y te visitamos?”. »Y el Rey dirá: “Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!”. Mateo 25:35-40 (NTV)
Muchas veces no nos damos cuenta del poder que encierra la acción del dar. No necesariamente nos referimos a bienes materiales. También po- demos dar tiempo, por ejemplo, para escuchar a alguien, o visitar a algún enfermo, o dar una palabra de aliento. No importa cuánto tengamos, si es mucho o poco. A Dios lo que realmente le importa es que lo hagamos de corazón.
El Señor todopoderoso, que todo lo ve, se complace cuando sus hijos se ayudan los unos con los otros.
Pensemos un rato... Dios nos dice que cuando damos al prójimo, es como si le estuviéramos dando a Él. Creo que si fuéramos plenamente cons- cientes de esto, seríamos mucho más generosos. A vos te gustaría que
Dios te de tiempo o cosas que le sobran? Creo que la respuesta es obvia! No! Así igual debemos hacer nosotros. Dar sacrificadamente, con esfuerzo, como nos gustaría que hagan con nosotros.
Sigamos con el mismo pensamiento: si damos al prójimo, es como si le estuviéramos dando a Dios. ¿No te entusiasma la idea de regalarle cosas a Dios? Si tenemos eso en mente, podremos comprender que nunca estamos perdiendo cuando damos, más bien todo lo contrario....estamos acumulando tesoros en el cielo.
Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad que te dice que lo más importante sos vos, sin importar lo que le pasa al otro. Podríamos pensar que cuanto más doy a otro, menos queda para m...Pero te cuento algo, en el Reino de Dios es al revés! Cuanto más das, más rico sos! Más tesoros acumulas en el cielo! Cuanto más te ocupes de la necesidad del prójimo, más se ocupará Dios de prosperarte. Él ama al dador alegre (2°Corintios 9:7), y nunca nos dejará sin provisión (Mateo 6:25-27).
Para reflexionar:
¿Te cuesta ser dadivoso? ¿O sos una persona que disfruta de dar, sa- biendo que lo hace para Dios?
Te invito a orar para que el Espíritu Santo te muestre si hay alguna motivación incorrecta a la hora de dar.