“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”
Gálatas 6:2 (RV 1960)
Pensando en situaciones difíciles que están pasando personas que conozco, me pregunté: ¿Cómo lo sobrellevan? ¿Cómo pueden soportar de alguna manera esos tiempos difíciles? ¿Qué puedo hacer desde mi parte para ayudarlos en esos momentos?
La realidad es que me vi muy limitada desde la perspectiva de mis recursos, sin embargo, Dios me recordaba una sola acción... ¡Y creo que es la más poderosa y efectiva! Orar.
Puedo orar, y es lo mejor que puedo hacer por alguien. Creo que es uno de los actos de amor más genuinos que podemos hacer por las perso- nas, compartir tiempo de nuestra comunión con Dios para hablarle de alguien más que no sea yo. Y en esto entendí que orar debería ser nuestro instinto cuando veo una necesidad, y no mi último recurso. Y es que las batallas se desarrollan y pelean en oración. Realmente podemos sostener a otros a través de esta arma poderosa.
Nuestras oraciones pueden ser muy poderosas y efectivas, me encanta creer que pueden levantar, alivianar y sobrellevar las cargas de mis hermanos en tiempos de dificultad, y que mi oración puede ser la respuesta a un clamor. Quizás no lo sabremos, pero estoy segura que mediante la oración podemos sostener, dar fuerzas, y aumentar la fe de alguien.
Para entender gráficamente lo que significa sobrellevar las cargas de otros imaginemos a un hombre que camina con una pesada carga sobre sus espaldas. Debe llevar esa carga a destino, pero está a punto de derrumbarse por el peso. Un hermano ve su dificultad y corre en su ayuda, alzando una parte de la carga y reduciendo así su peso. Aunque el que lo ayuda no se hace responsable de toda la carga, le permite llegar más liviano y con más fuerza a su destino.
Por eso debemos confiar que si el Espíritu Santo pone a alguien en nues- tro corazón, entonces orar por esa persona es una tarea que debemos hacer. ¡Es una batalla que tenemos que pelear junto con otros!
La oración construye lazos de amor, de protección, de vallado. Jesús nos ordenó: “que nos amemos unos a otros, como Él nos ha amado” (Juan 13:34). Este llamado a la acción, a la oración por los demás, es un acto de amor no sólo para las personas, sino también para el mismo Jesús. Eso se relaciona con la segunda parte del versículo en Gálatas 6:2. “...Y cumplid así la ley de Cristo”, puesto que frente a ese acto de amor y bondad el Rey nos responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:40).
Para reflexionar:
¿De qué otras formas crees que podemos sostener a otros? ¿Es la oración tu primera opción ante cualquier circunstancia?
¿Cada cuánto preguntas a tus cercanos cómo están y si necesitan com- partir alguna carga?