“Espero ir pronto a verte, pero te escribo estas cosas. Para que, si me tardo, sepas como hay que comportarse en la familia de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad.” 1°Timoteo 3:14-15 (NBV)
Si bien el Apóstol Pablo escribe esta carta a Timoteo, su hijo espiritual, si leemos todo el contexto de este versículo también observamos que da recomendaciones de cómo deben comportarse los líderes de la Iglesia. Sin embargo, estas recomendaciones no sólo aplican a los líderes. También debemos ponerlo en práctica nosotros mismos en nuestra vida cotidiana; es decir, con nuestra familia, en el lugar donde trabajamos, con nuestros vecinos, en el ámbito escolar, etc.
Este pasaje nos enseña que debemos comportarnos con integridad. Debemos tener una conducta acorde a lo que Dios quiere, y comportarnos de la misma manera en todos los ámbitos donde nos movemos. Nadie dice que es fácil, más teniendo en cuenta que habrá momentos en los que nos sentiremos como “sapo de otro pozo” al no acceder a llevar a cabo ciertas conductas que se catalogan como “normales”.
Entonces, ¿cómo podemos lograrlo? Recordemos que tenemos al mejor ayudante, el Espíritu Santo! Pidámosle que nos ayude a poder tener esa conducta intachable que Jesús espera de nosotros. Para eso es importante tener una comunión diaria con Él, buscarlo en todo momento y más cuando las dudas aparezcan, consultando para no tomar decisiones equivocadas de las cuales nos podamos arrepentir.
Nuestro Padre celestial anhela que estemos con Él. Aunque las circunstancias sean adversas o difíciles, lo primero que debemos hacer es recurrir presurosos a sus pies, hacernos dependientes de Él. Porque es allí donde encontraremos la libertad y la paz que necesitamos. Todo lo que hace, aunque no lo entendamos, es para nuestro bien.
Dios ideó nuestro testimonio para que lo compartamos con las personas que tenemos alrededor y seamos ejemplo de su amor y su bondad. Como cristianos estaremos siempre “en la mira”, así que debemos desafiarnos a tener ese tiempo con Dios. A pesar de la rutina y las corridas de cada día, debemos “bajar un cambio” y escuchar a nuestro Papá, a través de su Palabra y de la oración. Así nuestra fe crecerá y será fortalecida para enfrentar los desafíos que vengan.
Para reflexionar:
¿Cómo creés que podemos ser íntegros cuando vemos tanta injusticia y pecado a nuestro alrededor?
¿Te comportás de la misma manera en todos lados? Si tu respuesta es no ¿qué pensás que siente Dios al respecto?